En el ascender y descender de nuestra atención por el canal central, junto de la sensación de luminosidad, se va revelando un espacio existente.
Es un espacio a través del cual vamos descubriendo en primera persona, a través de la experiencia directa, no teórica ni mental, el significado de la palabras “sencillez” y “presencia”.
Es en ese espacio donde ocurre el proceso alquímico por excelencia, donde se descubre la piedra filosofal, y donde nuestra conciencia se va revelando oro.
Esa es la función de la tercera instrucción del Eje Celestial: que nuestra naturaleza real crezca y que el falso yo mengüe, que nuestros condicionantes y miedos, nuestra tensiones, creencias y apegos, mengüen, para que nuestra esencia, divina, sin tacha, espontánea, crezca.
A eso llamamos: “Limpiando el canal central y refinando la conexión con el espíritu”
Damos espacio para que crezca y volvemos nuestra percepción clara como un cristal para en cada situación percibir y experimentar la unidad de ese hilo de conciencia sin fisuras de donde todo nace, donde todo se establece y a donde todo regresa. Ahí donde el maestro, la maestra, están enseñando en silencio.